El valor jurídico de la agenda de Josep María Jové, ex alto cargo de la Generalitat y uno de los coordinadores del intento de referéndum ilegal del 1 de octubre, lo determinarán los tribunales. En esa agenda se reflejan de forma minuciosa las reuniones de los promotores del proceso secesionista. En una de sus anotaciones se recoge que para los promotores de la consulta ilegal ya era evidente en 2016 que el referéndum no tenía sentido sin acuerdo con el Estado. Si lo tenían tan claro ¿por qué siguieron adelante? Estaban jugando con los sentimientos y con las ilusiones de sus bases, con aquellos catalanes que, sinceramente, creía que podía llevarse adelante el Procés.

La promesa de algo imposible, y hacer creer a una buena parte de los votantes que se puede alcanzar lo irrealizable, es probablemente la mayor inmoralidad que puede cometer un político. Es una prevaricación radical del poder, porque instrumentaliza a la gente. Y eso parece que es lo que han hecho los promotores de la independencia. Sabían que se encaminaban al precipicio, pero engañaron a muchos en provecho propio.

Un político debe estar al servicio del pueblo, de la gente real y de sus necesidades. Alguien que lucha, desde una particular forma de ver el mundo, por cambiarlo y hacerlo mejor. Es alguien que tiene coraje para el cambio y para el realismo, ambos tienen el mismo origen. En este caso no ha habido ni el uno ni el otro.