El Papa tuvo anoche una festiva e ilusionante reunión en el Santuario Nacional de Maipú con numerosos jóvenes que lo acogieron con inmensa alegría. Los jóvenes se han convertido en señal visible de las preocupaciones presentes de la Iglesia, que prepara con gran esmero el próximo Sínodo de los Obispos dedicado a ellos. En el mensaje que Francisco dirigió a los jóvenes chilenos, los describió como “inquietos, buscadores e idealistas”, sin dejar de ponerlos en guardia sobre los peligros de una falsa madurez que consistiría aceptar la injusticia. La verdadera madurez, añadió, es llevar adelante los sueños, “siempre mirando hacia delante y sin bajar la guardia, ni vendiendo sus ilusiones”.

Francisco espera de los jóvenes que sean el corazón de la Iglesia, que sean protagonistas para que la Iglesia tenga un rostro joven, no por maquillarse con cremas rejuvenecedoras, sino porque se deja interpelar para ser cada día más fiel al Evangelio.

Francisco señaló como figura de referencia al jesuita chileno San Alberto Hurtado, que en cada situación se preguntaba “qué haría Jesús en mi lugar”. Para Francisco esta es la “contraseña” que permitirá a los jóvenes mantener encendido el corazón, no desconectarse del fuego que les hará estar verdaderamente vivos y ser protagonistas del cambio.