En las últimas horas hemos sabido que la policía ha detenido una persona por sus mensajes en las redes sociales en los que celebraba la muerte del fiscal general Maza y amenazaba con apuñalar al delegado del Gobierno en Cataluña. La persona detenida podría haber cometido delitos de amenazas, incitación al odio e injurias. Las redes sociales, tan útiles para tantas cosas, en ocasiones se han convertido en un medio en el que se vuelcan mensajes injuriantes, dominados por la falta de respeto, el insulto y la violencia verbal. La sensación de impunidad y la facilidad para crear perfiles falsos provoca, además, actividad delictiva. Los procesos por delitos en redes durante el año pasado se han incrementado, según datos de la fiscalía, un 147 por ciento. Estamos hablando, en muchos casos, de mensajes xenófobos, que incitan al odio o que humillan a las víctimas. No siempre es fácil perfilar la frontera entre la libertad de expresión y los objetos jurídicos protegidos. En cualquier caso la lucha contra la impunidad en este terreno es decisiva.

Debemos de ser conscientes de que algo no funciona bien cuando las redes sociales alimentan una mirada marcada por el odio a los otros. La polarización ideológica, la falta de vínculos reales, la violencia ambiental son factores que pueden explicar lo que está pasando. Es necesaria una educación a la altura de este reto, una educación que fomente experiencias en las que el otro sea valorado.