¿Independencia o pendencia?

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Cuando la independencia de Marruecos, en marzo de 1956, -lo cuento porque estaba allí…- las calles de las principales ciudades se llenaron de gente eufórica que cantaba feliz: “¡Daba, kulshi dialna!” ¡Ahora todo es nuestro…! “La calle es nuestra, las casas son nuestras, los mercados son nuestro, todo es nuestro…!” Y un segundo coro contestaba : “Eigua!...“¡Si, todo es nuestro” .

Recuerdo a una viejecita, vendedora ambulante de verduras en Tánger, que se dedicó durante días a ofrecer a sus clientes españolas de confianza la mejor casa que les gustara. “¡Ahora, con (…)pendencia, yo darte a tí lo que quieras…”. A los pocos días, una vez disuelta la policía internacional, llegaron otros policías del que fue protectorado francés, el Sur, que solo hablaban francés. Y lo primero que hicieron fue desmantelar todos los tinglados ambulantes.

A la viejecita de esta historia, además de arrojarle al suelo sus verduras, le dieron una buena patada en el trasero y también rodó por los suelos. Cuando se levantó como pudo, se dirigió a sus clientes europeas que habían presenciado el atropello para decirles. ¿(…)pendencia, pendencia, ¿todo es nuestro? ¡Mentira! ¡Toma el “pata”!” Y se acabó la euforia del pueblo. Llegaron los impuestos, el paro, le precariedad en el trabajo, la actividad comercial que estaba en manos “extranjeras”, en fin, la dura realidad. Pero claro, era la independencia de un protectorado que había vivido una durísima represión colonial, especialmente en ese “Sur” afrancesado…

La historia había hablado, en un arrollador proceso de descolonización que alumbró a decenas de nuevas naciones. Han pasado cerca de setenta año de aquella oleada de independencias y ya sabemos cómo están los países africanos. Las oleadas son ahora de inmigrantes que huyen de la pobreza y la violencia…

Traigo este recuerdo de mi adolescencia a propósito del “procés” catalán, aunque las situaciones sean muy diferentes. Estamos en otra época, la descolonización acabó y Europa ha vivido, hasta ahora, libre de la fiebre nacionalista que enlutó al mundo. Por supuesto, la de Cataluña es otra historia, pero también fruto de un engaño masivo -¡igual que el nazi!- que ha durado décadas de promesas doradas y “pureza” cultural, mantenidas desde el comienzo mismo de la Transición por los ambiciosos partidos

gobernantes a medida que han necesitado el respaldo de los nacionalistas sentados en el Congreso de los Diputados.

La independencia no llegará, pero ¿cómo parar la pendencia que se h adueñado de las calles con la falsa idea de que “todo es suyo”?

Aquí, cada cual tiene sus ideas, claro. Puigdemont tiene su plan B para burlar el Estado de Derecho. Rajoy debe tener el suyo para mantener el orden –más guardias civiles, más policías, acaso la intervención de la autonomía, el famoso articulo 155- ante los previsibles desórdenes que alimentará la propia Generalitat. Sánchez, por supuesto, tiene el suyo -¡impondremos a Rajoy una solución política!- y no digamos los morados de Pablo Iglesias, empeñados en dar legitimidad al referéndum ilegal. Todo esto se verá a partir del día 2 de octubre.

Y me pregunto: ¿qué veremos? Me da pavor razonar con los elementos que hoy tenemos. Vayamos por partes. En primer lugar, el PSOE de Sánchez, tan aplicado estos días apoyando la acción del Gobierno para dejar claro que es “un partido de Estado”, planteará de una vez la formación de una comisión en el Congreso para reformar la Constitución, a fin de dar cabida en España a la díscola Cataluña. Una comisión para resolver un conflicto, ya saben, es el modo de eternizar ese conflicto. No porque se tarde en formar la comisión ya que el PP no va a oponer mucha resistencia, harto ya de tanto acoso por la corrupción, sino por el tenor de los debates. Podemos quiere una república.

Y seamos claros. El PSOE quiere un Estado federal para que España sea una nación de naciones, lo cual significaría abrir el melón del capítulo VIII de la Constitución sobre la territorialidad. Y que pasaría con el articulo 2 sobre la indisivilidad de España? Además, ¿quién cree que los separatistas catalanes, la CUP en especial que tanto manda en la calle, se van a conformar con un retoque semántico de la Ley? ¿Quién pondrá el cascabel al gato? Más aún, ¿qué tipo de cascabel?

Por otra parte, cualquier reforma de la Constitución en temas tan sensibles, exigirá después un referéndum nacional y, por tanto la disolución previa de las Cortes y la convocatoria de elecciones.

¡Otra vez las urnas! ¿Dónde quedaría el PP? Desde luego, muy lejos de una mayoría. ¿Y donde Ciudadanos? Veo difícil que entre los dos partidos alcancen una mayoría suficiente. Es más previsible que PSOE y Podemos lleguen a formar un frente popular para desalojar del Poder a la “derecha”. Y entonces, sí que veremos un cambio sustancial en la vida del país. El frente de izquierdas habrá dejado los suficientes resquicios en la Constitución reformada para amoldar después las leyes a sus respectivas ideologías. ¿Vendrá la República otra vez? ¿Y qué harán los separatistas,

no ya catalanes, sino vascos, gallegos y quien sabe si valencianos también? ¿Qué pasará con las libertades que nos llegaron con la Constitución de 1978, de educación, e incluso de expresión, ya amenazada con la proyectada ley de protección LGTBI?

Más vales no seguir, entre otras cosas porque en política no caben los zahoríes. Pero, en cualquier caso, a partir del día 2 de octubre, lunes, vamos a ver muchas cosas que no quisiéramos visto nunca. ¡Y, como García Lorca, exclamaré que no quiero verlas!